Elisabeth queda intrigada. La luz se extingue hasta el oscuro.
Roberto baja por la escalera.
ROBERTO.- ¿Elisabeth?
ARMANDO.- No, número equivocado.
ROBERTO.- Los teléfonos están imposibles. Crees que llamas a un médico y te sale un soldado.
ARMANDO.- Nunca me ha salido un soldado.
ROBERTO.- A mí sí, dos veces.
ARMANDO.- Por tratarse de un soldado es mucho (Pausa) ¿Esperabas que te llamara?
ROBERTO.- ¿El soldado?
ARMANDO.- El soldado no, Elisabeth.
ROBERTO.- Como te lo confesé todo pensé que sí, que podía ser ella.
ARMANDO.- Ella no sabía o ¿sabe?
ROBERTO.- Bueno, sabe unas cosas pero otras no.
ARMANDO.- Claro, hace un momento dijiste que había algo más.
Silencio.
ARMANDO.- Parece que no estás contento, Roberto, y yo así...
ROBERTO.- El departamento es tuyo ya lo sé. Si es eso lo que te molesta me puedo ir.
Silencio.
ARMANDO.- No, no se trata del departamento, es algo más reciente, algo que he pensado. Imagínate que yo te asesinara ¿Qué harías?
ROBERTO.- ¿Ya asesinado?
ARMANDO.- Bueno, que pensara matarte y no lo hiciera, ¿qué harías?
ROBERTO.- No se me ocurre nada, tal vez llamaría a alguien, no lo sé. ¿Cómo sabes que no lo harías?
ARMANDO.- Eso es lo de menos. ¿A quién llamarías? ¿Puedes decírmelo? ¿Tal vez a Elisabeth?
ROBERTO.- Tal vez (Pausa) A lo mejor me salía otro soldado.
ARMANDO.- Serían muchos, no. Supongamos que contestara Elisabeth en persona. ¿Qué le dirías?
Suena el teléfono. Los dos se sorprenden. Roberto contesta.
ROBERTO.- ¿Bueno?... No, está equivocado... No se preocupe (Cuelga)
ARMANDO.- Era Elisabeth, no mientas. Habérselo dicho ahora. A estas alturas debe estar muy desilusionada de ti, la traicionaste.
ROBERTO.- Sabes que no me gustan las bromas largas y ésta dura demasiado ¿no crees?
ARMANDO.- Creo que tienes que decírselo a ella.
ROBERTO.- No sé que quieres insinuar, pero voy a decirte algo. Lo que tenga que decirle a Elisabeth se lo diré en persona, no me gustan los teléfonos.
ARMANDO.- Por los soldados. Te entiendo.
Oscuro.
Luz en la casa. Elisabeth y Nora están sentadas.
NORA.- ¿Por qué no me lo dijiste? Era muy sencillo.
ELISABETH.- Ya no lo es.
NORA.- ¿Ha cambiado algo?
ELISABETH.- Tú has cambiado, Nora.
NORA.- He cambiado ahora, después de saber que era mentira. ¿Cómo pudiste hacerlo?
ELISABETH.- No aguantaba más.
NORA.- Qué es lo que no aguantabas.
ELISABETH.- Al principio creí que era yo, me sentía nerviosa. Luego vino lo de la carne y me di cuenta que eras tú. No entendía (Pausa) Algo estaba ocurriendo, no eras la misma, eso pensaba, y fue cuando se me ocurrió probarte. Reconoce que cambiaste.
NORA.- Yo fui la culpable de que la espaldilla dejara de gustarte, ¿eso quieres decir?
ELISABETH.- La espaldilla y luego la falda. Me sentí muy rara y fui con Roberto (Pausa) Me gustaban sus poesías, ¿te acuerdas?
NORA.- Sólo la de la vaca y el tren, aunque no la entendí.
ELISABETH.- Me encantó. El tren se acercaba y se acercaba...
NORA.- Y la vaca inmóvil, con sus ojos grandes y tibios... ¿qué puede significar? Creo que por eso no la entendí (Pausa) Pero ahora...
ELISABETH.- Ahora ¿qué?
NORA.- Todo empieza a tener sentido... la vaca, el tren...
ELISABETH.- Y Rocío. ¿Te das cuenta verdad?
NORA.- Eso fue después.
ELISABETH.- No, Nora, fue antes, por eso quise probarte.
Silencio
NORA.- Ya pasó.
ELISABETH.- Es muy tarde.
NORA.- ¿Qué quieres decir?
ELISABETH.- (ve su reloj) Que son casi las dos de la mañana y tampoco quiero que te vayas así.
NORA.- ¿Me estás echando de tu casa?
ELISABETH.- Mañana. Ya tienes adonde ir. Llámala y se lo cuentas todo. Rocío es muy lista, te comprenderá.
Oscuro.
Luz en el departamento. Armando y Roberto están como quedaron en su escena anterior.
ROBERTO.- No, no me entiendes. No se trata de los soldados, se trata de ti y de Ricardo. No, no digas nada. Son cosas que se sienten, de nada sirve hablar.
ARMANDO.- Quizá no lo entiendas, Roberto, como yo no entiendo lo de los soldados (Pausa) Dime, ¿nunca te pasa que sientes que hay dos personas en ti?
ROBERTO.- Eso es muy común. Sucede por temporadas.
ARMANDO.- Ésa debe ser la mía. Hay en mí dos personas distintas, uno y el otro. Se preguntan y se responden, una dice que prefiere algo y la otra responde que no ¿me entiendes?
ROBERTO.- Una dice lo que prefiere y la otra dice que es otra cosa.
ARMANDO.- Sí, eso es.
ROBERTO.- ¿Y tú a quién le haces caso?
ARMANDO.- Ese es mi problema, Roberto, que no sé quién soy yo... ¿soy el uno o soy el otro? Necesito que tú me lo aclares.
ROBERTO.- Ya es tarde, Armando (ve su reloj) Van a ser las tres, las tres de la madrugada.
ARMANDO.- No importa.
ROBERTO.- Sí importa. No quiero irme a estas horas, hace frío
Silencio.
ROBERTO.- Mañana me iré, dejaré tu departamento, quedarás libre.
Silencio.
ARMANDO.- ¿No se te antoja un baño de tina? ¿Una última taza de café?
ROBERTO.- No, Armando, gracias (inicia su subida por la escalera) Me voy.
ARMANDO.- ¡Espera!.. ¿Tienes a dónde ir?
ROBERTO.- Tú debes saberlo (sigue subiendo por la escalera)
Mientras se hace el oscuro se escucha “y entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol cuando muera la tarde”. La música se extingue
Luz en la casa. A bajo volumen se escucha “Feelings”. Roberto y Elisabeth terminando de cenar. En la mesa dos velas que Elisabeth prende.