PERSONAJES
Elisabeth, treintañera
Nora, treintañera
Roberto, cuarentón
Armando, treinta.
INVIERNO
El escenario está dividido en dos zonas diferentes.
A la izquierda del público la casa de Elisabeth y Nora. Comprende puerta de entrada al fondo, hall, living y escalera de caracol al primer piso.
A la derecha, departamento duplex de Roberto y Armando. Comprende living, chimenea y escalera recta al primer piso, donde se encuentran otros cuartos y la puerta de entrada.
Muebles contemporáneos de buen gusto.
El departamento oscuro. La casa está iluminada. Nora lee una revista. Entra Elisabeth cargando bolsas.
NORA.- Te ayudo.
ELISABETH.- Junto al bar, luego las subimos.
Silencio.
NORA.- Saliste temprano. No te oí.
ELISABETH.- En realidad, no me acosté.
NORA.- ¿No?
ELISABETH.- No, no me acosté.
NORA.- No te acostaste.
ELISABETH.- Me quedé en casa de Rocío.
NORA.- ¿Dormiste con Rocío?
ELISABETH.- Dormí con Roberto.
Silencio.
NORA.- Pitágoras 42.
ELISABETH.- Pitágoras 44.
NORA.- Dos números de diferencia.
ELISABETH.- Dos números de diferencia.
Silencio.
NORA.- Deberíamos cambiarnos. Hace frío aquí.
ELISABETH.- Hay que hablar con el portero. Que ponga la calefacción más alta.
NORA.- ¿Con quién?
ELISABETH.- El portero.
NORA.- Se apaga por las noches.
ELISABETH.- No debería ser.
Silencio.
NORA.- ¿Por esto te quedaste con Rocío?
ELISABETH.- No (Pausa) En su departamento la calefacción trabaja bien.
Silencio.
NORA.- Pitágoras 42.
ELISABETH.- 44.
NORA.- Deberíamos cambiarnos. Estaríamos más cerca.
ELISABETH.- La distancia no es el problema.
NORA.- El distanciamiento causa problemas.
ELISABETH.- Sí, el distanciamiento los causa.
Silencio.
NORA.- ¿Armando?
ELISABETH.- ¿Ha llamado?
NORA.- No, Armando no ha llamado.
Silencio.
ELISABETH.- Te traje la revista.
NORA.- ¿Vas a estar aquí... por la noche?
ELISABETH.- Parece como si te importara.
Elisabeth toma una bolsa y sube. Nora se pone a leer.
Luz en el departamento de Roberto y Armando. Roberto baja en pijama, enciende la chimenea. Se escucha la puerta de entrada arriba. Armando baja vestido de calle con un periódico que deja sobre la mesa.
ROBERTO.- Saliste a comprarlo.
ARMANDO.- Como todos los días.
ROBERTO.- A veces no.
Silencio.
ROBERTO.- Anoche te estuve esperando.
ARMANDO.- Sabías que llegaría tarde.
ROBERTO.- Contigo nunca se sabe.
Silencio.
ROBERTO.- ¿Ganaste?
ARMANDO.- Al principio, luego perdí todo.
ROBERTO.- El frontón nos arruina.
ARMANDO.- Tu música también (saca un CD que deja sobre el aparato de sonido)
ROBERTO.- Gracias.
Silencio.
ARMANDO.- Han pasado tres meses.
ROBERTO.- Casi cuatro.
ARMANDO.- El tiempo no es como la distancia.
ROBERTO.- ¿Te arrepientes?
ARMANDO.- La distancia puede remediarse, el tiempo pasa sin que se pueda recuperar.
Silencio.
ROBERTO.- ¿No podrás dejar el frontón?
ARMANDO.- Algún día, sí, es posible (se acerca a Roberto y lo besa)
En la casa y en el departamento la luz se extingue hasta el oscuro.
.
Luz en la casa de Nora y Elisabeth. Las bolsas no están. Nora en el teléfono. Por la escalera baja Elisabeth.
NORA.-... De acuerdo (Cuelga)
ELISABETH.- Con quién hablas.
NORA.- El carnicero.
ELISABETH.- ¿Encargaste algo?
NORA.- Lo de siempre. Me sorprende que nos guste la misma carne... espaldilla.
ELISABETH.- Sí, es raro que nos gustara lo mismo.
Silencio.
NORA.- ¿Volverás tarde?
ELISABETH.- La oficina se saturó de trabajo (Pausa) ¿Tú?
NORA.- También. Recogeré la espaldilla.
Elisabeth toma del sofá su chaqueta, besa a Nora y sale. Nora se dirige al teléfono y marca. Suena el teléfono.
Luz en el departamento de Roberto y Armando. Armando baja poniéndose el saco y contesta.
ARMANDO.- ¿Sí?
NORA.- Pensé no encontrarte.
ARMANDO.- Roberto ya se fue.
NORA.- ¿A qué hora, entonces?
ARMANDO.- Podemos cenar juntos. Tengo la noche libre. Roberto no llegará hasta tarde, irá a un concierto.
NORA.- ¿A las nueve?
ARMANDO.- Nueve y cuarto.
NORA.- ¿Dónde?
ARMANDO.- En mi departamento.
NORA.- ¿Cuarenta y dos?
ARMANDO.- Cuarenta y cuatro.
NORA.- De acuerdo. Chao.
ARMANDO.- Chao.
Ambos cuelgan. Nora sube la escalera en su casa y lo mismo hace Armando en su departamento. La luz se extingue en ambas zonas hasta oscuro.
Luz en el departamento de Armando y Roberto. Por la escalera bajan Nora y Armando.
NORA.- Mejor no me quedo. Lo que quiero es hablar, hablar antes que Roberto llegue.
ARMANDO.- ¿Una copa?
Armando prepara dos copas, le da una a Nora.
ARMANDO.- Lástima, cociné una espaldilla para los dos.
NORA.- Ya no le gusta la espaldilla.
ARMANDO.- ¿No te gusta?
NORA.- A Elisabeth. Le hace daño.
ARMANDO.- ¿Y tú?
NORA.- No te entiendo.
ARMANDO.- ¿Que si te hace daño?
NORA.- Yo no diría eso.
ARMANDO.- Entonces qué dirías.
NORA.- Que me da lo mismo, para mí espalda u otra cosa es lo mismo.
ARMANDO.- Pero te gusta la carne.
NORA.- No me hace daño. A Elisabeth tampoco le hacía, es sólo desde hace unos días, desde que salió con Roberto.
ARMANDO.- ¿Salió con Roberto?
NORA.- Bueno, durmió con él.
Armando prepara otras dos copas. Le da una a Nora.
ARMANDO.- (muy interesado) Cuéntame.
NORA.- Dónde estabas tú el viernes por la noche.
ARMANDO.- El viernes... fui al frontón.
NORA.- Me lo imaginaba.
ARMANDO.- Me gusta apostar. Pero voy a dejarlo, Ricardo me lo ha pedido más de una vez. Y tiene razón, no hago otra cosa más que perder.
NORA.- ¿Quién es Ricardo?
ARMANDO.- ¿Dije Ricardo? No, quise decir Roberto. Vivimos aquí, ya sabes, los dos, desde hace tres meses. Cuestión de economía, no de gustos; a mí me gusta el frontón y a él la música (Pausa) Pero tú dijiste Roberto, no Ricardo, que Elisabeth durmió con Roberto, eso es lo que dijiste.
NORA.- Sí Armando, y de eso vine a hablar. Quiero pedirte un favor. Tú sabes que no me atrevería si no fuera por el tiempo que nos conocemos, desde el taller aquél de poesía.
ARMANDO.- Fue un taller hermoso. Tú y Elisabeth eran unas mocosas. Lo digo sin ofender, claro.
NORA.- Pues esas mocosas tienen ahora problemas, serios problemas.
ARMANDO.- ¿Y que puedo hacer para ayudar?
NORA.- Alejar a Roberto para que no puedan seguir acostándose.
Armando queda pensativo por un rato.
ARMANDO.- ¿Otra copa?
NORA.- No, gracias. Me siento mareada, pero no es por la copa (Pausa). Sí dámela, me pongo más sincera.
ARMANDO.- (le da la copa) Tú dijiste que habían dormido juntos, ahora dices que se acuestan.
NORA.- ¿No es lo mismo?
ARMANDO.- Nora, yo podría dormir aquí contigo, ahora, quizá por el frío, pero acostarme... no, no creo poder hacerlo.
NORA.- Entonces, piensas que fue por el frío, que no se... acostaron.
ARMANDO.- Roberto sería incapaz, lo conozco.
Nora se sirve otra copa y se la toma de un trago.
NORA.- ¡Qué alivio, Armando, qué alivio! ¡No sabes cómo te lo agradezco!
Armando se sirve otra copa y queda pensativo un momento, luego se la toma. Nora se sienta en el sofá. Oscuro
Luz en la casa de Nora y Elisabeth. Nora baja por la escalera, se asegura de que Elisabeth no la sigue y se dirige al teléfono, marca.
NORA.- ¿Armando?... Te llamo para decirte que fueron las copas, por eso me convenciste, pero ahora con calma pienso que hay más, pienso que lo de la carne es otro indicio y que como tú dijiste no es lo mismo dormir en el mismo lugar que acostarse juntos.... ¿No lo puedes creer? ¡Ay, Armando, la vida es mucho más complicada!..
Se escuchan pasos en la escalera. Elisabeth baja terminándose de arreglar.
ELISABETH.- Nora, ¿estás ahí?
NORA.- (al teléfono) Tengo que dejarte. Hablamos luego (cuelga)
ELISABETH.- ¿Otra vez con el carnicero?
NORA.- La agencia, la agencia de viajes.
ELISABETH.- ¿Vamos a alguna parte? (Pausa) Me gusta, me gusta mucho la idea, incluso podríamos decirles a Roberto y a Armando que nos acompañaran.
NORA.- A Roberto, claro.
ELISABETH.- Anda, dime, de verdad, ¿con quién hablabas?
Silencio.
NORA.- ¿Vas a salir?
ELISABETH.- ¿Por la noche? (Pausa) Sí, voy a salir.
NORA.- ¿Dormirás en casa de Rocío?
ELISABETH.- Depende.
NORA.- ¿De que Roberto vaya a un concierto? Le gusta la música.
ELISABETH.- (sorprendida) ¿Te lo ha dicho Armando?
NORA.- Bueno, Armando y yo nos entendemos, sabes.
Silencio.
NORA.- Después de todos esos meses, dime Elisabeth, ¿me dejarías?
ELISABETH.- No quería disgustarte, Nora, pero de verdad que la espaldilla me da ardor.
NORA.- Por eso lo haces, porque te da ardor.
ELISABETH.- No, por eso no voy a dejarte. Sólo sugeriría un cambio.
NORA.- Ya sé, compraremos falda, te gustará.
ELISABETH.- No creo que funcione, Nora.
Elisabeth sale, Nora va al teléfono, marca.
NORA.- (al teléfono) Don Inocencio, habla Nora... Pues recuerda que le encargué espaldilla... pues no, que sea falda... ¿No tiene?... Pues mañana, me la guarda... Gracias (cuelga y vuelve a marcar)
En el departamento se hace la luz. El teléfono suena. Armando está atizando la chimenea, va y contesta.
ARMANDO.- ¿Bueno?
NORA.- (al teléfono) Armando, necesito verte, volverá a suceder.
ARMANDO.- Qué es lo que va a suceder.
NORA.- Lo mismo, Armando, el acueste.
ARMANDO.- Explícate, dime.
NORA.- Te lo diré cuando nos veamos.
ARMANDO.- ¿Cuándo?
NORA.- Aquí, en mi casa, esta noche.
Ambos cuelgan. La luz de la casa se extingue.
Luz en el departamento. Por la escalera baja Roberto.
ARMANDO.- ¿Hay concierto hoy?
ROBERTO.- ¿Concierto hoy?
ARMANDO.- ¿Sorprendido?
ROBERTO.- ¿He de sorprenderme?
Armando sirve dos copas y le pasa una a Roberto.
ARMANDO.- ¿Confías en mí?
ROBERTO.- ¿Puedo hacer otra cosa?
ARMANDO.- Otra cosa, claro.
Silencio.
ROBERTO.- Hace sólo cuatro meses y parece que todo esté cambiando.
ARMANDO.- Sí, todo parece cambiar.
Silencio.
ROBERTO.- Dilo.
ARMANDO.- Qué tengo que decir.
ROBERTO.- Que estás harto, cansado, que te gustaría...
ARMANDO.- ... que me gustaría aclarar algunas cosas, sí, me gustaría.
Oscuro.
Luz en la casa. Tocan a la puerta. Nora abre. Entra Armando.
NORA.- Pasa y sírvete algo.
ARMANDO.- (se quita el abrigo) ¿Para ti?
NORA.- Lo mismo.
Armando prepara dos copas, le da una a Nora y se sientan.
ARMANDO.- ¿Qué ha sucedido ahora? Estuve pensando en lo de la carne y no creo que sea eso. ¡Me extraña tanto! (Pausa) Elisabeth y Roberto nunca se cayeron bien o ¿tú crees que sí?
NORA.- Te siento nervioso, Armando. Toma tu copa mientras sirvo otras dos. Debemos calmarnos. Creo que los dos estamos demasiado excitados y así no vamos a ninguna parte.
ARMANDO.- ¿Te das cuenta, Nora, lo que significa para mí que Roberto me engañe con Elisabeth?.. Le he dedicado mucho tiempo, no sería justo (Pausa) Tú me entiendes, ¿verdad? Son meses, Nora, meses. Cuando íbamos al taller ya... bueno, fue allí donde nos caímos mejor y desde entonces... ¿Sí me comprendes?
Nora le da una copa a Armando y toma de la suya.
NORA.- Te comprendo tan bien que es como si describieras mi historia. Amo a Elisabeth de tal manera que sería capaz de cualquier cosa. Ya ves que cambié a falda aún sospechando que no es eso, que en realidad el asunto es más serio (Pausa) Yo también la engañé.
ARMANDO.- Tú, ¿cómo?
NORA.- Verás, me pescó cuando hablaba contigo y le mentí, que no estaba hablando con el carnicero sino con la agencia de viajes.
ARMANDO.- No veo que eso sea importante.
NORA.- Es que ella quiere irse con Roberto. ¿No te ha dicho él nada?
ARMANDO.- ¡Que no me lo diga porque lo mato!
NORA.- ¿Qué dijiste?
ARMANDO.- Que no se irá de viaje, que antes lo mato.
Nora sirve otras dos copas.
NORA.- Qué curioso.
ARMANDO.- ¿Curioso?
NORA.- Yo también he pensado en eso.
ARMANDO.- ¿Matarías a Elisabeth?
NORA.- No, a Roberto.
Oscuro en la casa y luz en el departamento. Roberto calentando el abrigo en la chimenea. Baja Armando con un servicio de café.
ARMANDO.- ¿No vas a tomar café?
ROBERTO.- Sí, como no. Ya sabes que yo sin café... Voy a salir más tarde, me invitaron a una sesión. Es en casa del saxo, van a ensayar.
ARMANDO.- ¿Van a tocar en esa sesión? (Pausa) Se me hace raro. Nunca te habían invitado antes, que yo recuerde.
ROBERTO.- No les gusta hacerlo en público. Me invitan por el saxo que me agarró simpatía.
Armando sirve el café.
ARMANDO.- Qué curioso, ¿no te parece?
ROBERTO.- Parecerme, ¿qué cosa?
ARMANDO.- La palabra, la palabra. Cambias una a por una e y aparece sexo. ¿No es curioso?
ROBERTO.- Pues sí, debe serlo. Nunca había reparado en ello (toma de su taza). A propósito, dijiste que querías aclarar algo, ¿qué es?
ARMANDO.- Oh, sí. Se trata de (toma de su taza) Bueno quizá te parezca una tontería pero pensé consultarlo contigo.
ROBERTO.- Adelante. Sabes que no me gusta que te quedes con algo, que lo nuestro debe ser claro... y no me refiero al café que te salió delicioso.
ARMANDO.- ¿Te sirvo más?
Roberto afirma con la cabeza y Armando le sirve más.
ARMANDO.- Tú conoces a Nora y a su amiga Elisabeth.
ROBERTO.- ¿Las del taller? Pues claro que las conozco.
ARMANDO.- Pues tienen problemas.
ROBERTO.- Quién no los tiene. Qué tipo de problemas.
Roberto le toma la mano a Armando y se la besa.
ARMANDO.- ¿A ti qué te gusta más la espaldilla o la falda?
ROBERTO.- Sabes que a mí la carne fushi ¿por qué lo preguntas?
ARMANDO.- Antes Elizabeth comía espaldilla y no le hacía daño. Ahora le da ardor ¿Tú crees? Y tampoco soporta la falda (toma de su taza) Ese es el problema.
ROBERTO.- ¿Cómo supiste? Hace días que no vemos a Nora (toma de su taza) Me cae bien.
ARMANDO.- Pues verás, me llamó y me lo contó todo.
ROBERTO.- Ay, Armando. Cuántas veces nos hemos repetido que no nos meteríamos en la vida de nadie. Poca experiencia, amigo (toma de su taza) Pero, ya estás en ello y te preocupa. Mira, lo más probable es que no le sienta la carne.
ARMANDO.- Así, de repente.
ROBERTO.- Sí, así, de repente. Cuántas cosas no pasan así, de repente (Pausa) ¿Y eso es lo que te preocupa?
ARMANDO.- Eso y las consecuencias, pero ya veo que a ti te importa poco, no te importa lo que pueda pasar. Menores causas han tenido consecuencias fatales, ¿no crees?
ROBERTO.- Lo creo, pero no veo la relación con la espaldilla y la falda.
ARMANDO.- Ah, tú no la ves (Pausa) ¿Porque no la ves o porque no te interesa?
ROBERTO.- ¿Qué quieres que te diga? No es que no me interese si se trata de algo tuyo, es que ni a la espaldilla ni a la falda les veo problema alguno. A mí tampoco me entusiasman. Y ahora si me permites me voy, se me hace tarde. Te prometo que cuando regrese, si todavía estás despierto, hablaremos del problema de la carne (se pone el abrigo)
ARMANDO.- Antes de que salgas, dime una cosa: ¿Alguna vez te gustó Elizabeth?
ROBERTO.- Otra vez lo mismo. Ni la espaldilla ni las faldas. No deberías preguntarme esas cosas, podría ofenderme. Chao.
Roberto sube por la escalera.
ARMANDO.- ¿Esta noche?
ROBERTO.- Si estás despierto.
Oscuro.
Poco a poco se ilumina la casa. Se escucha a bajo volumen la canción "La media vuelta" de José Alfredo Jiménez.
NORA.- Hoy tenemos falda.
ELISABETH.- Que yo recuerde siempre hemos tenido.
NORA.- Me refiero al carnicero.
ELISABETH.- Te esfuerzas demasiado, Nora. Ya te dije que será lo mismo. Es la carne lo que me arde.
NORA.- ¿Estuviste en la Agencia?
ELISABETH.- Vaya, ya te enteraste.
NORA.- Pensé que viajaríamos juntas.
ELISBETH.- Pedí permiso en la oficina. No conviene dejar la casa sola.
NORA.- No, no conviene.
Nora arregla unos cojines y sube por la escalera. Elisabeth desarregla los mismos cojines y sube el volumen del aparato de sonido. Se escucha: "Entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol, cuando muera la tarde..." Enciende un cigarrillo y queda pensativa mirando las escaleras. La música y la luz se van extinguiendo hasta el silencio y el oscuro.
Luz en el departamento. Armando lee una revista, Roberto deja unos papeles que está leyendo, se levanta, va al aparato de sonido y pone un CD, se vuelve a sentar y sigue leyendo sus papeles. Se escucha a bajo volumen "Feelings" de
Morris Albert (Mauricio Alberto Kaiserman)