martes, 31 de marzo de 2009

SOSPECHAS 5

Luz en el departamento. Nora y Armando están tomando de sendas copas.

NORA.- Los dos mienten.
ARMANDO.- Sí los dos mienten (Pausa) ¿Y ella no sospechó nada?
NORA.- Se lo dije muy disfrazado. La vi intrigada pero no sospecha nada, estoy segura.
Silencio.
ARMANDO.- ¿Dices que ya conseguiste la sustancia?
NORA.- Hidroponía.
ARMANDO.- ¿Qué?
NORA.- Una doctora homeópata amiga me la ha conseguido.
ARMANDO.- Con chochitos va a tardar mucho en morir, ¿no?
NORA.- Mi amiga la cultiva en su patio, tiene una instalación hidropónica a prueba de sospechas. Se trata del polen de una flor oriental. Mata rápido sin dejar rastro. Le dije que quería deshacerme del perro.
ARMANDO.- ¿Qué perro?
NORA.- Roberto.
Silencio.
ARMANDO.- ¿Se disuelve en el café?
NORA.- En el café y en el café con leche. No tiene pérdida (Pausa) ¿Cómo te sientes?
ARMANDO.- Me sentiría mejor si Roberto no me engañara, si fuera franco, eso me daría a mí más libertad. Es eso lo que más me duele, su hipocresía.
Silencio.
NORA.- ¿Tú crees en lo de la causa y el efecto?
ARMANDO.- Siempre he creído, ¿tú lo dudas?
NORA.- Lo dudaba, pero Elisabeth me lo ha confirmado, muerto el perro se acaba la rabia. ¿No dicen eso?
ARMANDO.- No te entiendo.
NORA.- No importa. Lo que importa ahora es que estés dispuesto.
Silencio.
ARMANDO.- Va a ser en tu casa.
NORA.- Debe ser aquí, en tu departamento.
ARMANDO.- Pero tú tienes la sustancia esa, el polen.
NORA.- Te la he traído. No tienes más que darle el café, es todo (le entrega una bolsita)
ARMANDO.- ¿Todo?
NORA.- Para el perro una cucharadita. Para Roberto cuatro, pienso yo.
ARMANDO.- Sí, cuatro o cinco estará bien.
Silencio.
ARMANDO.- Por lo menos deberías ayudarme con el cadáver, ¿Qué hago con él?
NORA.- Sulfúrico. Ya encargué tres botellones. Te los traerán uno a uno, pesan. Para evitar sospechas dije que eran para mí, para limpiar el patio.
ARMANDO.- ¿Usas sulfúrico?
NORA.- Me dijeron que usara un ácido y ése es el que tienen (Pausa) Llenas la tina y lo metes dentro, en unas horas quedará disuelto. Luego abres el desagüe.
Silencio.
ARMANDO.- No podré.
NORA.- ¿No que estabas decidido?
ARMANDO.- No podré subirlo, se ponen tiesos y él siempre toma el café aquí. Mejor en tu casa.
NORA.- No es mi casa. La casa es de Elisabeth. Allí es más arriesgado.
Silencio.
NORA.- Mira, te ayudaré. Cuando se entiese, enciendes y apagas tres veces la luz. Subo, lo abrigamos y entre los dos lo sacamos en tu coche y lo tiramos.
ARMANDO.- ¿Y el sulfúrico?
NORA.- Olvídate, es más engorroso. Mejor así.
ARMANDO.- No me parece tan sencillo pero si ya lo pensaste, adelante (Pausa) Me hubiera gustado matarlo yo mismo, estrangularlo, pero creo que es mejor el polen de tu amiga homeópata.
NORA.- Sí, es mucho mejor (Pausa) Bueno, ya me voy, no sea que Roberto me encuentre aquí y sospeche. Acuérdate de apagar y encender la luz tres veces.

Nora se pone el abrigo y empieza a subir por la escalera.

ARMANDO.- Oye, ¿y si se va la corriente?
NORA.- (desde la escalera) Con una vela. Adiós (sale)

Armando va a un cajón y saca dos velas.

ARMANDO.- (para sí) Por si una falla.
Oscuro.

Luz en el departamento. Roberto está en bata de casa, leyendo. Por la escalera baja Armando con una bandeja con dos tazas.

ARMANDO.- Se me ha antojado y he preparado dos tazas, una para ti.
ROBERTO.- ¿No es muy tarde?
ARMANDO.- Depende.
ROBERTO.- De qué depende.
ARMANDO.- No creo que para esto haya un horario ¿Te resistes?
ROBERTO.- Creo que nunca podré resistir una taza de café, aún a estas horas. Nunca me ha quitado el sueño. Además, huele tan bien.
ARMANDO.- Toma, ésta es la tuya (se la da)
ROBERTO.- Déjala sobre la mesa, Quiero terminar el artículo.
ARMANDO.- ¿Tan interesante es?
ROBERTO.- Qué prisa tienes. No me esperes. Tómatelo tú.
ARMANDO.- Yo tengo mi taza.
ROBERTO.- Sí ya lo veo, tú tienes tu taza y yo la mía.
Silencio.
ROBERTO.- Lo importante no es el artículo del periódico, te engañé. Lo que quiero es hablar muy en serio contigo. Hay algo que anda mal y estos últimos días anda peor. Bueno, no sé si mejor o peor, quizá peor para unos y mejor para otros. No lo sé (toma la taza pero la vuelve a dejar) En realidad empiezo a saberlo, pero yo mismo no puedo creerlo. Te he estado ocultando algo y no me siento a gusto, además tengo miedo, miedo de que tú hagas alguna tontería.
ARMANDO.- ¿Alguna tontería? ¿Nora te ha dicho algo?
ROBERTO.- ¿Qué puede decirme Nora si yo he conservado el secreto? Y lo seguiría haciendo si no fuera porque ha surgido algo nuevo.
ARMANDO.- El café se enfría.
ROBERTO.- A veces sabe mejor. Lo importante es lo que te iba diciendo, no el café.
ARMANDO.- Entiendo.
ROBERTO.- No puedes entender nada a no ser que Elisabeth te haya contado.
ARMANDO.- No he hablado con Elisabeth.
ROBERTO.- Entonces no sabes nada.
ARMANDO.- Sólo he hablado con Nora, bueno, nada importante.
ROBERTO.- Entonces sí sabes, si has hablado con Nora puede que sepas algo. (vuelve a tomar la taza y vuelve a dejarla)
ARMANDO.- Ya debe estar frío.
ROBERTO.- No te preocupes por el café y atiéndeme.
ARMANDO.- Si te refieres a Ricardo mejor no sigas.
ROBERTO.- Yo no perdería el tiempo hablando de esa loca amanerada. Sé que te gustaba y que quizá te siga gustando pero no es eso lo que me quita el sueño.
ARMANDO.- Es el café.
ROBERTO.- Ya te he dicho que no me lo quita
ARMANDO.- Pues tómatelo de una vez.
ROBERTO.- No puedo, no podría disfrutarlo sin antes decirte lo que debo decirte (Pausa) Te he estado engañando, Armando. Aparentando lo que no es. Se trata de Elisabeth.
ARMANDO.- Puedes tomarte el café tranquilo porque ya lo sé todo, desde el principio.
ROBERTO.- No puedes saberlo, ya te lo dije. Elisabeth y yo compartimos un secreto.
ARMANDO.- No me digas.
ROBERTO.- Sí te lo digo. Elisabeth quería probar a Nora, en cierta manera darle celos, y se le ocurrió insinuar que andaba conmigo, que nos veíamos.
ARMANDO.- Que se acostaban.
ROBERTO.- No sé si nos acostábamos o dormíamos juntos, eso no lo sé (Pausa) Me pidió que lo mantuviéramos en secreto, que yo colaborara manteniendo la sospecha, y esto es lo que hice. Hasta aquí (Pausa) Ya está, esta es la verdad, toda la verdad (toma la taza y se la acerca a la boca)
ARMANDO.- ¡Espera! (toma el brazo de Roberto y hace que el café se derrame sobre él)
ROBERTO.- (sacudiéndose) Ni creas que estaba tan frío.
ARMANDO.- Quieres decir que no te estás acostando con Elisabeth.
ROBERTO.- Quiero decir que voy a cambiarme el pijama y luego seguimos hablando, porque todavía hay más (inicia la subida por la escalera)

Suena el teléfono.

ROBERTO.- (desde la escalera) Si es Elisabeth dile que no estoy, que mañana hablaré con ella para aclararlo todo (sale)
ARMANDO.- (al teléfono) Sí, bueno.
VOZ NORA.- Estoy helándome. ¿Y las señales? Por qué te tardas tanto.
ARMANDO.- Todo ha cambiado. Hay que echar el plan para atrás. No es lo que parecía ser. Roberto ni duerme ni se acuesta con Elisabeth, es inocente. Puedes irte a tu casa, te explicaré después. Ahora debo colgar (cuelga, toma una revista y se pone a leer)

Roberto baja por la escalera.

lunes, 30 de marzo de 2009

SOSPECHAS 4

NORA.- (huele el ambiente) Íntimamente, ya. Más clara que la nieve, la leche.
Oscuro.

Luz en el departamento.

ROBERTO.- En la casa todo es diferente.
ARMANDO.- ¿Extrañas el congreso?
ROBERTO.- No es que lo extrañe o... tal vez sí. Aquí hacemos siempre lo mismo (Pausa) Es bueno cambiar, uno no se da cuenta y cuando se da se ha transformado en rutina. Deberías probar, irte unos días, tratar a otra gente.
ARMANDO.- Es eso lo que te preocupa, la monotonía.
ROBERTO.- Lo digo por ti, para que te relajes.
ARMANDO.- ¿Me sientes tenso? (Pausa) Quizá tengas razón, debería ir por otro aire.
ROBERTO.- ¿Qué quiere decir ir por otro aire?
ARMANDO.- Lo has dicho tú, cambiar.
ROBERTO.- Yo no dije de aire, simplemente cambiar.
ARMANDO.- Entonces te gustó, quisieras repetirlo (Pausa) ¿No te sentiste muy solo?
ROBERTO.- Al contrario, hablas con otras personas, sientes otras cosas.
ARMANDO.- ¿Alguna en especial?
ROBERTO.- Sí, una en especial. Es como la música, no sé si en el frontón sucede. De pronto, algo que escuchas todos los días se te hace nuevo, te despierta nuevos sentimientos.
ARMANDO.- Ya.
Silencio.
ARMANDO.- Elisabeth también regresó.
ROBERTO.- ¿Regresó?
ARMANDO.- Estuvo de viaje, como tú, un viaje de ésos, ya sabes.
ROBERTO.- Coincidencias, a todos nos gusta viajar.
ARMANDO.- No a todos ¿sabes cuánto tiempo hace que yo no cambio?
ROBERTO.- Por lo menos cuatro meses.
ARMANDO.- Más (Pausa) Me gustaría saber si Elisabeth siente lo mismo que tú.
ROBERTO.- Hay que preguntarle, es inteligente, puede contestar.
ARMANDO.- ¿Cómo tú?
ROBERTO.- Creo que las mujeres piensan diferente ¿no te parece?
ARMANDO.- Tú debes saberlo.
Silencio.
ROBERTO.- Por qué dices que yo debo saberlo.
ARMANDO.- Los sexos son tan parecidos... No, no creo que ellas piensen de otro modo. Al fin y al cabo somos humanos, con los mismos instintos y emociones. Concretamente, para que me entiendas, pienso que Elisabeth opina igual que tú.
ROBERTO.- Qué te hace pensar eso.
ARMANDO.- El viaje, el congreso, el rompimiento de la monotonía. ¿Tú qué crees?
ROBERTO.- No lo sé, es algo que necesita concentración, meditar. Quizás eso es lo que nos ha faltado, meditación.
ARMANDO.- Hablar con Dios.
ROBERTO.- Con uno mismo. Preguntarse, responderse, algo así como el frontón... no sé si me explico... la pelota va de uno a otro, no siempre en línea recta... ¿me entiendes?
ARMANDO.- No, no entiendo. Quizá Elisabeth lo entienda (Pausa) ¿Has meditado con ella?
ROBERTO.- No hasta ahora, pero quizá sí me gustaría hacerlo.
Silencio.
ARMANDO.- Últimamente, ¿Has tenido alguna sospecha?
ROBERTO.- ¿Yo? No, no creo, para mí todo está claro. ¿Tú?
ARMANDO.- He sospechado que Elisabeth y tú se entienden.
ROBERTO.- Bueno, tú te entiendes bien con Nora, ¿no es así?
ARMANDO.- Es distinto, Roberto. Lo que quiero decir es que tú y ella...
ROBERTO.- (interrumpe) Que ella y yo coincidimos en el congreso. ¿Te ha dicho Nora algo?
ARMANDO.- Todo, Roberto, Nora me ha contado todo. Sólo falta un eslabón en la cadena, es lo que quiero averiguar.
ROBERTO.- Estupendo. Averígualo y después me cuentas (ve su reloj) Me voy, se me hace tarde.
ARMANDO.- ¿Por la noche?
ROBERTO.- No lo sé, Armando, depende de la hora. Entiéndeme, acabo de regresar, igual que Elisabeth, ¿te das cuenta? (sale)

Suena el teléfono. Armando contesta. Luz en la casa. Nora en el teléfono.

ARMANDO.- ¿Bueno?
NORA.- Armando, ¿eres tú?
ARMANDO.- ¿Nora?
NORA.- Sí, ¿has averiguado algo?
ARMANDO.- Casi todo. Creo que tienes razón, se entienden.
NORA.- ¿Duermen o se acuestan?
ARMANDO.- Es lo que queda por saber. Creo que se acuestan.
NORA.- Nos vemos mañana aquí, te espero.
ARMANDO.- Mañana no, pasado (Pausa) Tú, ¿estás decidida?
NORA.- Sí, totalmente.
Oscuro en las dos zonas.

Luz en el departamento. Roberto lee el periódico. Se escucha a bajo volumen un fragmento de Don Giovanni de Mozart. Baja Armando en pijama y con una bandeja con café. Roberto deja el periódico y se dispone a tomar el café que Armando le sirve.

ARMANDO.- ¿Andas de conquistador?
ROBERTO.- Es lo que me faltaba.
ARMANDO.- ¿Es eso?
ROBERTO.- ¿El café? Sí. ¿Pensaste otra cosa?
ARMANDO.- Me gustaría saber lo que sientes. Te he estado observando y no sé, no sé...
ROBERTO.- Las personas cambian. Recuerda a tu amigo Ricardo. ¿No fue él quién reprobó tu actitud?
ARMANDO.- Ricardo es una persona decente, sabe comprender.
ROBERTO.- Y tú, ¿eres decente?
ARMANDO.- A veces es difícil comprender ciertas cosas, Roberto. Te dije que tenía una sospecha, ¿no es eso ser decente?
ROBERTO.- Mi querido Armando, hay veces que la decencia se aparta de la comprensión. Yo mismo creí que era decente y siento, si es eso lo que quieres saber, siento que algo ha cambiado, para ser más preciso, está cambiando.
ARMANDO.- Entonces es cierto, estuviste con Elisabeth en el congreso, se vieron, se hablaron y...
ROBERTO.- Todavía no, Armando.
ARMANDO.- Todavía no ¿qué?
ROBERTO.- Tú mismo estás cambiado ¿lo ves? Es la sospecha, antes no sospechabas. Y eso, probablemente, es lo que me ha cambiado a mí (Pausa) Sí, te he mentido pero no enteramente por mi culpa. Ni yo mismo entiendo lo que pasa (Pausa) Parece que Nora lo sabe mejor que yo, y tú has estado en contacto con Nora ¿no es así?
ARMANDO.- No sé a qué clase de contacto te refieres, pero si es lo que imagino estás equivocado y lo sabes. Nora es una amiga, tuya y mía, y no se trata de ella sino de Elisabeth (Pausa) Dime de una vez, ¿te acuestas con ella o sólo duermes con ella?
ROBERTO.- ¿Hay alguna diferencia?
ARMANDO.- ¡Contesta!

Roberto se sirve más café y toma.

ARMANDO.- ¿Te gusta?
ROBERTO.- Siempre me ha gustado tu café.
ARMANDO.- Me refiero a ella.
Silencio.
ROBERTO.- ¿Alguna vez te has sentido entre la espada y la pared?.. Un paso más y todo se pierde.
ARMANDO.- La vida.
ROBERTO.- La amistad (Pausa) No sé qué decirte, Armando. Todo ha sucedido sin apenas darme cuenta. Dame tiempo y lo sabrás todo.
ARMANDO.- ¿Tiempo? El tiempo pasa y no se recupera.
ROBERTO.- Esperemos que sí, que esta vez pueda recuperarse.

Roberto va al aparato de sonido y retira el CD, toma el periódico y sube por la escalera.

ROBERTO.- Adiós.

Armando queda nervioso, recoge el servicio de café y queda mirando el fondo de la taza.

ARMANDO.- Sí, adiós.
La luz se va extinguiendo hasta el oscuro.

Luz en la casa. Nora, nerviosa, camina por el living. Baja por la escalera Elisabeth.

NORA.- Te estaba esperando.
ELISABETH.- Ya lo veo. ¿Estás preocupada? Lo mismo me sucede a mí.
NORA.- No parece, te ves tan feliz.
ELISABETH.- Será por lo de la carne. Me siento mejor.
NORA.- No creo que sea por eso (Pausa) ¿Dices que estás preocupada?
ELISABETH.- ¿Has vuelto a ver a Rocío?
NORA.- La veo a menudo, es mi amiga, y tuya.
ELISABETH.- Sí, claro, es amiga de las dos. Las dos dormimos en su casa.
NORA.- Cuando nos conviene. ¿Tiene algo de malo?
ELISABETH.- Es lo que quisiera saber.
Silencio.
NORA.- ¿Por qué cambian las cosas?
ELISABETH.- Son las personas las que cambian.
NORA.- Las circunstancias y las personas.
ELISABETH.- Es lo que yo digo, las dos.
Silencio.
ELISABETH.- ¿Qué te pasa, Nora?
NORA.- Me preocupa tu relación.
ELISABETH.- A mí me preocupa la tuya.
NORA.- ¿Qué quieres decir?
ELISABETH.- Te lo digo de una vez, me tiene harta tu relación con Rocío.
NORA.- No creo que sea eso, no es tan fácil, amiga.
ELISABETH.- No lo será, pero lo que es un hecho es que has cambiado.
Silencio.
ELISABETH.- ¿Qué sucede, Nora? Deberías contarme.
NORA.- ¿Qué quieres que te cuente, que estoy dispuesta a todo?
ELISABETH.- Estás al borde de ir adonde Rocío. Dilo
NORA.-Estoy al borde de cometer algo monstruoso, Elisabeth (Pausa) Existe una teoría: si la causa se elimina desaparecen los efectos. Tú, ¿crees en ella?
ELISABETH.- Las teorías no dejan de serlo hasta que no se demuestran. La práctica las confirma.
NORA.- Sí, es lo que yo creo, pero es horrible.
ELISABETH.- Nada es horrible si la razón es suficientemente fuerte.
NORA.- Me alegra que pienses así. De verdad que me alegro (recoge su chaqueta del sofá y se la pone) Te dejo, debo conseguir algo (sale)

Elisabeth queda intrigada. La luz se extingue hasta el oscuro.

Luz en el departamento. Nora y Armando están tomando de sendas copas.

NORA.- Los dos mienten.

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Los medios y el link

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martes, 24 de marzo de 2009

SOSPECHAS 3

Luz en la casa y en el departamento. Armando en el teléfono, marca. Nora baja por la escalera en camisón, toma la bocina.

NORA.- ¿Sí?
ARMANDO.- ¿Nora?
NORA.- Sí.
ARMANDO.- Soy yo, Armando. ¿Está Elisabeth?
NORA.- ¿Quieres hablar con Elisabeth?
ARMANDO.- No, no es eso... ¿Está?
NORA.- Se fue de viaje. Un viaje corto, de esos, ya sabes.
ARMANDO.- Roberto tampoco está. Fue a un congreso. ¿Te das cuenta, Nora?
NORA.- Te lo dije. Ya sabía yo que lo de la carne no era. Es Roberto, ¿lo ves? ¿Qué podemos hacer?
ARMANDO.- ¿Sabes a dónde fue?
NORA.- No me quiso decir. Me dijo “voy a un viaje de esos, ya sabes”.
ARMANDO.- Entonces, ¿no fue a un congreso?
NORA.- ¡Qué tendría ella que hacer en un congreso!
ARMANDO.- Roberto fue a un congreso, con un saco gris, y no sabemos a dónde fue Elisabeth.
NORA.- ¿Un saco gris?
ARMANDO.- Sí, me lo pidió. El saco es mío, me lo pidió, se lo presté.
Silencio.
NORA.- Y tú no lo creías...
ARMANDO.- No, pero lo del saco... ¿Para qué me lo pediría?
NORA.- Para despistar. Quiere engañarte con un saco tuyo.
Silencio.
NORA.- Creo que estamos disparatando.
ARMANDO.- Sí, es absurdo, todo es absurdo.
NORA.- ¿Estás nervioso?
ARMANDO.- Por primera vez en meses, sí.
NORA.- Sería bueno que nos viéramos. Tenemos que hablar tranquilos, tomar una decisión. ¿Cuándo?
ARMANDO.- Primero tengo que hablar con él.
NORA.- Te engañará.
ARMANDO.- No quiero creerlo.
Oscuro en las dos zonas.

Luz en la casa. Entra Elizabeth con una maleta, la deja junto al bar. Se quita el abrigo. Revisa los muebles, huele los cojines.
Nora baja por las escaleras en bata.

NORA.- Vaya, ya llegaste.
ELISABETH.- Sí, llegué. ¿Que pensabas?

Nora toma la maleta y va hacia la escalera.

ELISABETH.- No hay nada que revisar. Déjala, debo separar la ropa para lavar... y las revistas.

Nora deja la maleta junto al bar.

NORA.- ¿Tuviste tiempo para leer?
ELISABETH.- Son para ti.
Silencio.
NORA.- ¿Te gusta ahora más la música?
ELISABETH.- Siempre me ha gustado. Tú lo sabes.
NORA.- Pensé que ahora más (Pausa) Qué tal el congreso, cuéntame.
ELISABETH.- ¿Congreso? ¿Pensaste que iba a un congreso? ¿Por qué?
NORA.- Se me ocurrió.

Elisabeth prende un cigarrillo. Nora se sienta.

ELISABETH.- Ningún congreso. Intimidad, descanso... eso es lo que quería. Se te quita el stress.
NORA.- ¿Conociste a mucha gente? (Pausa) Bueno, me imagino que sí, en un viaje se conocen personas, distintos tipos de personas.
ELISABETH.- No hablé con nadie. Se trataba de disfrutarlo a solas (Pausa) ¿No me besas?
NORA.- Y lo disfrutaste (la besa) ¡Qué olor es ese!
ELISABETH.- Sorpresa. Nuevo perfume. ¿Te gusta?
NORA.- No sé, no estoy acostumbrada. Huele como a hombre ¿no?
ELISABETH.- Es lo moderno. Hay que cambiar.
NORA.- Te entiendo. Qué bueno que me lo dices.

Elisabeth apaga el cigarrillo, toma la maleta y va hacia la escalera.

NORA.- ¿Intimidad, dijiste?
ELISABETH.- Estar a solas, disfrutarlo... ¿me entiendes? (sale)
NORA.- (huele el ambiente) Íntimamente, ya. Más clara que la nieve, la leche.
Oscuro.

Luz en el departamento.

ROBERTO.- En la casa todo es diferente.

lunes, 23 de marzo de 2009

SOSPECHAS 2

ARMANDO.- Te gusta ¿verdad?

ROBERTO.- Es mi preferida.

ARMANDO.- ¿Elisabeth?

ROBERTO.-  Qué quieres decir.

ARMANDO.- Ya lo dije, Elisabeth.

 

            Roberto deja sus papeles. Armando sigue leyendo   la revista.

 

ROBERTO.- Ella es una amiga, tuya y mía. Desde el   taller     me parece inteligente, pero...

ARMANDO.- Es muy inteligente. No le gusta ni la      espaldilla ni la falda... ahora.

ROBERTO.- ¿Y eso qué?

            Silencio.

ROBERTO.- Tendré que ir al congreso, son tres días.

ARMANDO.- Qué congreso.

ROBERTO.- ¿No te dije?

ARMANDO.- No, no me lo dijiste.

ROBERTO.-.Seguramente. (Pausa) Quisiera llevarme            tu saco gris.

ARMANDO.- No quieres mejor el rojo.

ROBERTO.- ¿El rojo? No tienes ninguno rojo.

ARMANDO.- Un clavel blanco en un saco rojo. ¿Te parece?

ROBERTO.- Ya deja, ¿no? ¿Es crucigrama? ¿Me lo prestas o no?

ARMANDO.- Un clavel rojo en un saco gris (Pausa) Ya       sabes que sí te lo presto.

 

            Roberto toma los papeles. Los dos leen. La música se extingue, también la luz.

 

            Luz en el departamento. Elisabeth y Roberto bajan             por las escaleras.

 

ELISABETH.- Qué bueno que Armando no esté. Me             daría vergüenza.

ROBERTO.- ¿Te daría vergüenza?

ELISABETH.- Sí, me daría.

            Silencio.

ROBERTO.- ¿Una copa?

ELISABETH.- Sí, claro.

 

            Roberto prepara dos copas, le da una a Elisabeth.

 

ROBERTO.- Salud.

ELISABETH.- Salusita.

ROBERTO.- Siéntate.

ELISABETH.- (se sienta) No sé cómo empezar, tú eres        un hombre.

ROBERTO.- Ni lo digas. Eso es lo de menos. No hagas         caso.

ELISABETH.- Quiero decir que eres mi hombre.

ROBERTO.- Que soy tu hombre.

ELISABETH.- De mentiras.

ROBERTO.- Soy tu hombre de mentiras (Pausa)       Elisabeth tu eres una mujer inteligente, ¿podrías explicarte mejor?

ELISABETH.- Bien, te lo contaré todo.

ROBERTO.- Eso espero.

ELISABETH.- Nora y yo nos queríamos. De pronto   empecé a notar algo raro en ella.

ROBERTO.- Todos tenemos nuestros momentos y     preferencias... si tú supieras.

ELISABETH.- ¿Algo que tú sabes?

            Silencio.

ROBERTO.- Me dijo Armando que ahora no te         gustaban ni la falda...

ELISABETH.- (interrumpe) No, no es eso, eso es parte       pero no lo más importante.

ROBERTO.- Ah, ¿no?

ELISABETH.- Lo importante es que para probarla le             dije que habíamos dormido juntos. Perdóname,           ya sé que hubiera tenido que contar contigo,             pero no se me ocurrió.

            Roberto prepara otras dos copas, le da una a          Elisabeth.

ROBERTO.- ¿Eso es todo?

ELISABETH.- ¿Te lo tomas así, sin inmutarte? ¿Qué pensará Armando?

ROBERTO.- Se lo decimos y él entenderá.

ELISABETH.- Eso es precisamente lo que no quiero.             No, por el momento.

ROBERTO.- ¿Me pides que se lo oculte?

ELISABETH.- Más, Roberto, que guardes el secreto,            que colabores.

            Oscuro.

 

            Luz en la casa y en el departamento. Armando en   el teléfono, marca. Nora baja por la escalera en             camisón, toma la bocina.

 

domingo, 22 de marzo de 2009

SOSPECHAS 1

 

PERSONAJES

Elisabeth, treintañera

Nora, treintañera

Roberto, cuarentón

Armando, treinta.

 

 

INVIERNO

 

El escenario está dividido en dos zonas diferentes.

A la izquierda del público la casa de Elisabeth y Nora. Comprende  puerta de entrada al fondo, hall, living  y escalera de caracol al primer piso.

A la derecha, departamento duplex de Roberto y Armando. Comprende living, chimenea y escalera recta al primer piso, donde se encuentran otros cuartos y la puerta de entrada.

Muebles contemporáneos de buen gusto.

 

            El departamento oscuro. La casa está iluminada.    Nora lee una revista. Entra Elisabeth cargando             bolsas.

 

NORA.- Te ayudo.

ELISABETH.- Junto al bar, luego las subimos.

            Silencio.

NORA.- Saliste temprano. No te oí.

ELISABETH.- En realidad, no me acosté.

NORA.- ¿No?

ELISABETH.- No, no me acosté.

NORA.- No te acostaste.

ELISABETH.- Me quedé en casa de Rocío.

NORA.- ¿Dormiste con Rocío?

ELISABETH.- Dormí con Roberto.

            Silencio.

NORA.-  Pitágoras 42.

ELISABETH.- Pitágoras 44.

NORA.- Dos números de diferencia.

ELISABETH.- Dos números de diferencia.

            Silencio.

NORA.- Deberíamos cambiarnos. Hace frío aquí.

ELISABETH.- Hay que hablar con el portero. Que     ponga   la calefacción más alta.

NORA.- ¿Con quién?

ELISABETH.- El portero.

NORA.- Se apaga por las noches.

ELISABETH.- No debería ser.

            Silencio.

NORA.- ¿Por esto te quedaste con Rocío?

ELISABETH.- No (Pausa) En su departamento la     calefacción trabaja bien.

            Silencio.

NORA.- Pitágoras 42.

ELISABETH.-  44.

NORA.- Deberíamos cambiarnos. Estaríamos más      cerca.

ELISABETH.- La distancia no es el problema.

NORA.- El distanciamiento  causa  problemas.

ELISABETH.- Sí, el distanciamiento los causa.

            Silencio.

NORA.- ¿Armando?

ELISABETH.- ¿Ha llamado?

NORA.- No, Armando no ha llamado.

            Silencio.

ELISABETH.- Te traje la revista.

NORA.- ¿Vas a estar aquí... por la noche?

ELISABETH.- Parece como si te importara.

         

             Elisabeth toma una bolsa y sube. Nora se pone                  a leer.

 

            Luz en el departamento de Roberto y Armando.      Roberto baja en pijama, enciende la chimenea.       Se escucha la  puerta de entrada arriba. Armando       baja vestido de calle con un periódico que deja      sobre la mesa.

 

ROBERTO.- Saliste a comprarlo.

ARMANDO.- Como todos los días.

ROBERTO.- A veces no.

            Silencio.

ROBERTO.- Anoche te estuve esperando.

ARMANDO.- Sabías que llegaría tarde.

ROBERTO.- Contigo nunca se sabe.

            Silencio.

ROBERTO.- ¿Ganaste?

ARMANDO.- Al principio, luego perdí todo.

ROBERTO.- El frontón nos arruina.

ARMANDO.- Tu música también (saca un CD que deja       sobre el aparato de sonido)

ROBERTO.- Gracias.

            Silencio.

ARMANDO.- Han pasado tres meses.

ROBERTO.- Casi cuatro.

ARMANDO.- El tiempo no es como la distancia.

ROBERTO.- ¿Te arrepientes?

ARMANDO.- La distancia puede remediarse, el tiempo         pasa sin que se pueda recuperar.

            Silencio.

ROBERTO.- ¿No podrás dejar el frontón?

ARMANDO.- Algún día, sí, es posible (se acerca a   Roberto y lo besa)

 

            En la casa y en el departamento la luz se extingue hasta el oscuro.

.

            Luz en la casa de Nora y Elisabeth. Las bolsas        no están. Nora en el teléfono. Por la escalera baja             Elisabeth.

 

NORA.-... De acuerdo (Cuelga)

ELISABETH.- Con quién hablas.

NORA.- El carnicero.

ELISABETH.- ¿Encargaste algo?

NORA.- Lo de siempre. Me sorprende que nos guste la         misma carne... espaldilla.

ELISABETH.- Sí, es raro que nos gustara lo mismo.

            Silencio.

NORA.- ¿Volverás tarde?

ELISABETH.- La oficina se saturó de trabajo (Pausa)           ¿Tú?

NORA.- También. Recogeré la espaldilla.

           

            Elisabeth toma del sofá su chaqueta, besa a Nora y            sale. Nora se dirige al teléfono y marca. Suena el             teléfono.

 

            Luz en el departamento de Roberto y Armando.      Armando baja poniéndose  el saco y contesta.

 

ARMANDO.- ¿Sí?

NORA.- Pensé no encontrarte.

ARMANDO.- Roberto ya se fue.

NORA.- ¿A qué hora, entonces?

ARMANDO.- Podemos cenar juntos. Tengo la noche            libre. Roberto no llegará hasta tarde, irá a un    concierto.

NORA.- ¿A las nueve?

ARMANDO.- Nueve y cuarto.

NORA.- ¿Dónde?

ARMANDO.- En mi departamento.

NORA.- ¿Cuarenta y dos?

ARMANDO.- Cuarenta y cuatro.

NORA.- De acuerdo. Chao.

ARMANDO.- Chao.

           

            Ambos cuelgan. Nora sube la escalera en su casa y             lo mismo hace Armando en su departamento. La             luz se   extingue en ambas zonas hasta oscuro.

           

            Luz en el departamento de Armando y Roberto.      Por la escalera bajan Nora y Armando.

 

NORA.- Mejor no me quedo. Lo que quiero es hablar,          hablar antes que Roberto llegue.

ARMANDO.- ¿Una copa?

 

            Armando prepara dos copas, le da una a Nora.

 

ARMANDO.- Lástima, cociné una espaldilla para los             dos.

NORA.- Ya no le gusta la espaldilla.

ARMANDO.- ¿No te gusta?

NORA.- A Elisabeth. Le hace daño.

ARMANDO.- ¿Y tú?

NORA.- No te entiendo.

ARMANDO.- ¿Que si te hace daño?

NORA.- Yo no diría eso.

ARMANDO.- Entonces qué dirías.

NORA.- Que me da lo mismo, para mí espalda u otra             cosa es lo mismo.

ARMANDO.- Pero te gusta la carne.

NORA.- No me hace daño. A Elisabeth tampoco le    hacía,   es sólo desde hace unos días, desde que          salió con Roberto.

ARMANDO.- ¿Salió con Roberto?

NORA.- Bueno, durmió con él.

 

            Armando prepara otras dos copas. Le da una a       Nora.

 

ARMANDO.- (muy interesado) Cuéntame.

NORA.- Dónde estabas tú el viernes por la noche.

ARMANDO.- El viernes... fui al frontón.

NORA.- Me lo imaginaba.

ARMANDO.- Me gusta apostar. Pero voy a dejarlo,             Ricardo me lo ha pedido más de una vez. Y     tiene     razón, no hago otra cosa más que perder.

NORA.- ¿Quién es Ricardo?

ARMANDO.- ¿Dije Ricardo? No, quise decir Roberto.         Vivimos aquí, ya sabes, los dos, desde hace tres          meses. Cuestión de economía, no de gustos; a mí        me gusta el frontón y a él la música (Pausa) Pero        tú dijiste Roberto, no Ricardo, que Elisabeth             durmió con Roberto, eso es lo que dijiste.

NORA.- Sí Armando, y de eso vine a hablar. Quiero pedirte un favor. Tú sabes que no me atrevería            si no fuera por el tiempo que nos conocemos,             desde   el taller aquél de poesía.

ARMANDO.- Fue un taller hermoso. Tú y Elisabeth   eran unas mocosas. Lo digo sin ofender, claro.

NORA.- Pues esas mocosas tienen ahora problemas, serios   problemas.

ARMANDO.- ¿Y que puedo hacer  para ayudar?

NORA.- Alejar a Roberto para que no puedan seguir             acostándose.

 

            Armando queda pensativo por un rato.

 

ARMANDO.- ¿Otra copa?

NORA.- No, gracias. Me siento mareada, pero no es             por la   copa (Pausa). Sí dámela, me pongo más             sincera.

ARMANDO.- (le da la copa) Tú dijiste que habían    dormido juntos, ahora dices que  se acuestan.

NORA.- ¿No es lo mismo?  

ARMANDO.- Nora, yo podría dormir aquí contigo,   ahora, quizá por el frío, pero acostarme... no, no         creo poder hacerlo.

NORA.- Entonces, piensas que fue por el frío, que no             se... acostaron.

ARMANDO.- Roberto sería incapaz, lo conozco.

 

            Nora se sirve otra copa y se la toma de un trago.

 

NORA.- ¡Qué alivio, Armando, qué alivio! ¡No sabes            cómo te lo agradezco!

 

            Armando se sirve otra copa y queda pensativo un   momento, luego se la toma. Nora se sienta en el      sofá. Oscuro

 

            Luz en la casa de Nora y Elisabeth.  Nora baja por             la escalera, se asegura de que Elisabeth no la             sigue y se dirige al teléfono,   marca.

 

NORA.- ¿Armando?... Te llamo para decirte que       fueron las copas, por eso me convenciste, pero ahora            con calma pienso que hay más, pienso que             lo de la             carne es otro indicio y que como tú      dijiste no es lo mismo dormir en el mismo lugar que acostarse            juntos.... ¿No lo puedes creer? ¡Ay, Armando,            la vida es mucho más complicada!..

 

            Se escuchan pasos en la escalera. Elisabeth baja     terminándose de arreglar.

 

ELISABETH.- Nora, ¿estás ahí?

NORA.- (al teléfono) Tengo que dejarte. Hablamos luego     (cuelga)

ELISABETH.- ¿Otra vez con el carnicero?

NORA.- La agencia, la agencia de viajes.

ELISABETH.- ¿Vamos a alguna parte? (Pausa) Me gusta,   me gusta mucho la idea, incluso            podríamos decirles             a Roberto y a Armando           que nos acompañaran.

NORA.- A Roberto, claro.

ELISABETH.- Anda, dime, de verdad, ¿con quién     hablabas?

            Silencio.

NORA.- ¿Vas a salir?

ELISABETH.- ¿Por la noche? (Pausa) Sí, voy a salir.

NORA.- ¿Dormirás en casa de Rocío?

ELISABETH.- Depende.

NORA.- ¿De que Roberto vaya a un concierto? Le    gusta    la música.

ELISABETH.- (sorprendida) ¿Te lo ha dicho            Armando?

NORA.- Bueno, Armando y yo nos entendemos, sabes.

            Silencio.

NORA.- Después de todos esos  meses, dime Elisabeth,        ¿me dejarías?

ELISABETH.- No quería disgustarte, Nora, pero de verdad que la espaldilla me da ardor.

NORA.- Por eso lo haces, porque te da ardor.

ELISABETH.- No, por eso no voy a dejarte. Sólo     sugeriría un cambio.

NORA.- Ya sé, compraremos falda, te gustará.

ELISABETH.- No creo que funcione, Nora.

 

            Elisabeth sale, Nora va al teléfono, marca.

 

NORA.- (al teléfono) Don Inocencio, habla Nora... Pues      recuerda que le encargué espaldilla... pues no,                         que sea falda... ¿No tiene?... Pues mañana,      me la    guarda... Gracias (cuelga y vuelve a   marcar)

 

            En el departamento se hace la luz. El teléfono         suena. Armando está atizando la chimenea, va y             contesta.

 

ARMANDO.- ¿Bueno?

NORA.- (al teléfono) Armando, necesito verte, volverá         a suceder.

ARMANDO.- Qué es lo que va a suceder.

NORA.- Lo mismo, Armando, el acueste.

ARMANDO.- Explícate, dime.

NORA.- Te lo diré cuando nos veamos.

ARMANDO.- ¿Cuándo?

NORA.- Aquí, en mi casa, esta noche.

 

            Ambos cuelgan. La luz de la casa se extingue.

 

            Luz en el departamento.  Por la escalera baja         Roberto.

 

ARMANDO.- ¿Hay concierto hoy?

ROBERTO.- ¿Concierto hoy?

ARMANDO.- ¿Sorprendido?

ROBERTO.- ¿He de sorprenderme?

 

            Armando sirve dos copas y le pasa una a Roberto.

 

ARMANDO.- ¿Confías en mí?

ROBERTO.- ¿Puedo hacer otra cosa?

ARMANDO.- Otra cosa, claro.

            Silencio.

ROBERTO.- Hace sólo cuatro meses y parece que todo        esté cambiando.

ARMANDO.- Sí, todo parece cambiar.

            Silencio.

ROBERTO.- Dilo.

ARMANDO.- Qué tengo que decir.

ROBERTO.- Que estás harto, cansado, que te           gustaría...

ARMANDO.- ... que me gustaría aclarar algunas cosas,         sí, me gustaría.

            Oscuro.

 

            Luz en la casa. Tocan a la puerta. Nora abre.          Entra Armando.

 

NORA.- Pasa y sírvete algo.

ARMANDO.- (se quita el abrigo) ¿Para ti?

NORA.- Lo mismo.

 

            Armando prepara dos copas, le da una a Nora y se             sientan.

 

ARMANDO.- ¿Qué ha sucedido ahora? Estuve         pensando en lo de la carne y no creo que sea eso.       ¡Me             extraña tanto! (Pausa) Elisabeth y       Roberto nunca se cayeron bien o ¿tú crees que            sí?

NORA.- Te siento nervioso, Armando. Toma tu copa             mientras sirvo otras dos. Debemos calmarnos.             Creo que los dos estamos demasiado excitados y     así no   vamos a ninguna parte.

ARMANDO.- ¿Te das cuenta, Nora, lo que significa para     mí que Roberto me engañe con            Elisabeth?.. Le he dedicado mucho tiempo, no     sería justo (Pausa) Tú me entiendes, ¿verdad?            Son meses, Nora, meses. Cuando íbamos al         taller     ya... bueno, fue allí donde nos caímos mejor y desde entonces... ¿Sí me comprendes?

 

            Nora le da una copa a Armando y toma de la suya.

 

NORA.- Te comprendo tan bien que es como si         describieras mi historia. Amo a Elisabeth de tal            manera que sería capaz de cualquier cosa. Ya        ves que cambié a falda aún sospechando que no          es eso,             que en realidad el asunto es más serio             (Pausa) Yo también la engañé.

ARMANDO.- Tú, ¿cómo?

NORA.- Verás, me pescó cuando hablaba contigo y le           mentí, que no estaba hablando con el carnicero            sino con la agencia de viajes.

ARMANDO.- No veo que eso sea importante.

NORA.- Es que ella quiere irse con Roberto. ¿No te ha          dicho él nada?

ARMANDO.- ¡Que no me lo diga porque lo mato!

NORA.- ¿Qué dijiste?

ARMANDO.- Que no se irá de viaje, que antes lo mato.

 

            Nora sirve otras dos copas.

 

NORA.- Qué curioso.

ARMANDO.- ¿Curioso?

NORA.- Yo también he pensado en eso.

ARMANDO.- ¿Matarías a Elisabeth?

NORA.- No, a Roberto.

 

 

            Oscuro en la casa y luz en el departamento.             Roberto calentando el abrigo en la   chimenea.       Baja Armando con un servicio de café.

 

ARMANDO.- ¿No vas a tomar café?

ROBERTO.- Sí, como no. Ya sabes que yo sin café...            Voy a salir más tarde, me invitaron a una sesión.          Es en             casa del saxo, van a ensayar.

ARMANDO.- ¿Van a tocar en esa sesión? (Pausa) Se          me hace raro. Nunca te habían invitado antes, que yo recuerde.

ROBERTO.- No les gusta hacerlo en público. Me      invitan por el saxo que me agarró simpatía.

 

            Armando sirve el café.

 

ARMANDO.- Qué curioso, ¿no te parece?

ROBERTO.- Parecerme, ¿qué cosa?

ARMANDO.- La palabra, la palabra. Cambias una a             por una e y aparece sexo. ¿No es curioso?

ROBERTO.- Pues sí, debe serlo. Nunca había            reparado en ello (toma de su taza). A propósito,        dijiste que querías aclarar algo, ¿qué es?

ARMANDO.- Oh, sí. Se trata de (toma de su taza) Bueno quizá te parezca una tontería pero pensé          consultarlo contigo.

ROBERTO.- Adelante. Sabes que no me gusta que te            quedes con algo, que lo nuestro debe ser claro...         y no me refiero al café que te salió delicioso.

ARMANDO.- ¿Te sirvo más?

 

            Roberto afirma con la cabeza y Armando le sirve    más.

 

ARMANDO.- Tú conoces a Nora y a su amiga          Elisabeth.

ROBERTO.- ¿Las del taller? Pues claro que las          conozco.

ARMANDO.- Pues tienen problemas.

ROBERTO.- Quién no los tiene. Qué tipo de problemas.

 

            Roberto le toma la mano a Armando y se la besa.

 

ARMANDO.- ¿A ti qué te gusta más la espaldilla o la            falda?

ROBERTO.- Sabes que a mí la carne fushi ¿por qué lo           preguntas?

ARMANDO.- Antes Elizabeth comía espaldilla y no le           hacía daño. Ahora le da ardor ¿Tú crees? Y    tampoco soporta la falda (toma de su taza) Ese es        el problema.

ROBERTO.- ¿Cómo supiste? Hace días que no vemos          a Nora (toma de su taza) Me cae bien.

ARMANDO.- Pues verás, me llamó  y me lo contó    todo.

ROBERTO.- Ay, Armando. Cuántas veces nos hemos           repetido que no nos meteríamos en la vida de nadie. Poca experiencia, amigo (toma de su taza) Pero, ya estás en ello y te preocupa. Mira, lo   más probable es que no le sienta la carne.

ARMANDO.- Así, de repente.

ROBERTO.-  Sí, así, de repente. Cuántas cosas no    pasan   así, de repente (Pausa) ¿Y eso es lo que te     preocupa?

ARMANDO.- Eso y las consecuencias, pero ya veo que        a ti te importa poco, no te importa lo que pueda          pasar. Menores causas han tenido consecuencias       fatales, ¿no crees?

ROBERTO.- Lo creo, pero no veo la relación con la espaldilla y la falda.

ARMANDO.- Ah, tú no la ves (Pausa) ¿Porque no la           ves o porque no te interesa?

ROBERTO.- ¿Qué quieres que te diga? No es que no            me interese si se trata de algo tuyo, es que ni a la             espaldilla ni a la falda les veo problema alguno.            A mí tampoco me entusiasman. Y ahora si me permites me voy, se me hace tarde. Te prometo      que cuando regrese, si todavía estás despierto,            hablaremos del problema de la carne (se pone el      abrigo)

ARMANDO.- Antes de que salgas, dime una cosa:    ¿Alguna vez te gustó Elizabeth?

ROBERTO.- Otra vez lo mismo. Ni la espaldilla ni las             faldas. No deberías preguntarme esas cosas,   podría ofenderme. Chao.

 

            Roberto sube por la escalera.

 

ARMANDO.- ¿Esta noche?

ROBERTO.- Si estás despierto.

            Oscuro.

 

            Poco a poco se ilumina la casa. Se escucha a bajo volumen la canción "La media vuelta" de José             Alfredo Jiménez.

 

NORA.- Hoy tenemos falda.

ELISABETH.- Que yo recuerde siempre hemos tenido.

NORA.- Me refiero al carnicero.

ELISABETH.- Te esfuerzas demasiado, Nora. Ya te dije que será lo mismo. Es la carne lo que me   arde.

NORA.- ¿Estuviste en la Agencia?

ELISABETH.- Vaya, ya te enteraste.

NORA.- Pensé que viajaríamos juntas.

ELISBETH.- Pedí permiso en la oficina. No conviene             dejar la casa sola.

NORA.- No, no conviene.

 

            Nora arregla unos cojines y sube por la escalera.    Elisabeth desarregla los mismos cojines y sube el             volumen del aparato de sonido. Se escucha:            "Entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol, cuando muera la tarde..." Enciende un        cigarrillo y queda pensativa mirando las escaleras.             La música y la luz se van extinguiendo hasta el    silencio y el oscuro.

           

            Luz en el departamento. Armando lee una   revista, Roberto deja unos papeles que está             leyendo, se levanta, va al aparato de sonido y pone       un CD, se vuelve a sentar y sigue leyendo sus          papeles. Se escucha a bajo volumen "Feelings" de

            Morris Albert (Mauricio Alberto Kaiserman)